El día Miércoles expuse sobre el color Marrón con mi compañera María José. Y el Viernes expusimos algunos compañeras/os las instalaciones que habíamos hechos. La mía es la siguiente y se llama, Mundo imaginativo.
Mundo
imaginativo
Cuando caminas por las calles de
cualquier sitio donde exista un poco de actual consumismo y estrés
social, podrás observar que por lo menos 5 de cada 10 personas
están caminando con el móvil en la mano y los cascos en los oídos.
En especial este fenómeno
sucede en la población joven, pero cada día se extiende a más
sectores de la población.
Ya no hace falta tener que
llegar a casa para escuchar la música que te gusta. La evolución
tecnológica a hecho estragos y grandes avances, entre ellos ha
creado la manera de convertir la música en un elemento portable.
Da igual donde estés y lo que
estés haciendo, si deporte, o en una biblioteca, caminando por la
calle o de camino en el metro, bus, coche a tu lugar de destino. Da
igual de que tipo de etnia seas, o a que religión pertenezcas, da
igual tu género y tu orientación sexual, da igual tu aspecto físico
y tu capacidad de inteligencia o física, y últimamente hasta da
igual que edad tengas. Ahora todo el mundo puede optar por tener
entre sus bienes el tan preciado reproductor de música. Lo han
creado según la necesidad del consumidor, es pequeño y fácil de
usar, cualquiera lo puede utilizar sin mayor problema. Y lo mejor de
todo es que tu mismo puedes crear tu banda sonora mientras vas por
ahí.
Ahora y mi real interés en este
tema y el motivo de mi pequeña instalación es el siguiente. Me he
hecho estas dos preguntas ¿Por qué escuchamos música? ¿Nos da
placer esta acción? A raíz de estas dos grandes incógnitas han
nacidos otras preguntas como ¿Por qué parecemos seres antisociales
cuando nos ponemos los cascos? O mejor aún ¿No será que a partir
de esa necesidad de individualismo compartimos más cosas de las que
creemos?
Pareciera que cuando nos
sumergimos en ese mundo interno de la melodía, todo a nuestro
alrededor desaparece, o se ve envuelto con una gama de colores
propio, más personal. Con nuestro propio lienzo y nuestra propia
paleta de colores, de sensaciones, de sentimientos. Nos envolvemos en
otras realidades, pasadas, futuras, presentes, oníricas, reales,
abstractas.
Pareciera que cuando conectamos
nuestro cerebro con esos sonidos tan nuestros nos vamos de nuestro
entorno para evadirnos de esa constante rutina que estamos obligados
a vivir.
Nos apartamos, nos desvinculamos
con la sociedad, nos hacemos individuos, uno. O eso es lo que parece.
Lo curioso ha surgido cuando me
he parado a pensar en esta idea, porque he llegado a la conclusión
de que en realidad nos une un hilo conducto mucho más visible y
grande del que imaginamos. En realidad esa misma necesidad, ese
anhelo, ese placer, ese gozo que nos provoca la música es lo que nos
une en esa paradoja utopía individualista. Este concepto nos hace
formar parte de un mismo deseo, un deseo colectivo, que es disfrutar
de este algo tan simple, como es la música. Nos eleva conjuntamente
de la misma manera, nos hace sentir, nos hace compartir estados de
ánimo que se repiten en cada individuo de la misma forma. Repetimos
patrones sociales en diferentes momentos, pero de igual manera. Esto
nos conecta, nos hace ser parte de la misma cuestión, de la misma
necesidad, de la misma interacción antisocial.
Ya lo han mencionado varios
sociólogos contemporáneos, que dicen que el individuo es porque
existe la sociedad y la sociedad existe porque está el individuo.
Parece ser que lo particular depende directamente de la totalidad y
viceversa. Puede ser que por este motivo ese sentimiento
satisfactorio individual lo compartamos a través de la música
formando parte de un todo.
Tras toda esta explicación y
justificación hacia mi propuesta, he querido plasmar un mundo
surrealista, donde están presentes elementos visuales que dan vida a
esta interacción. Colores primitivos, vivos, impresionistas, esos
que nos dibujan las emociones que emanan desde nuestro ser interno.
Cada color tiene una relación directa con cada estado de ánimo. El
gris y el negro, representa una parte oscura de ese sentimiento
triste, deprimente y sosegado que vive alguien que se encuentra mal.
Los colores amarillos y verde, transmite esperanza, vida, nacimiento.
El color magenta, al ser un color primario, es un color del que nacen
muchos otros, colores vivos que comunican sensaciones positivas,
eufóricas, activas, felices. El color azul, es un color que muestra
calma, paz, tranquilidad, quietud. Toda esta paleta policromática da
vida a todas esas sensaciones que solemos sentir cuando nos dejamos
llevar, cuando nos arrastramos a ese mundo cargado de sinfonías,
voces, instrumentos que nos liberan a otro espacio-tiempo.
Utilicé una textura de papel de
muy poco gramaje para dar una sensación de inmaterialidad. La
composición es totalmente asimétrica, no responde a un equilibrio
de formas ni de colores ni de estética. Mi intención fue dar
libertad a las figuras, a la expresión de las líneas que
conformaban los cables de los alambres, etc. También hice mención
de la ley de la buena forma de la escuela Gestalt, en una de las
figuras recortadas como collage. Jugué con la horizontalidad en
ocasiones para expresar pasividad y calma y en otras hice notar la
verticalidad de las formas para expresar positivismo, energía,
movimiento. La iconicidad es variada, las figuras de plastilina
tienen un nivel 4,5 de iconicidad, pero las figuras sacadas de una
revista son de nivel 10, totalmente reales. Esta mezcla de iconicidad
solo se puede representar en este mundo surrealista, casi onírico
que descansa en nuestras mentes a través de la música.
En esta instalación utilicé
técnicas mixtas, acrílicos, collage, plastilina, papel de poco
gramaje, para dar una sensación de irrealidad del decorado, de
inmaterialidad, de inestabilidad, que trasciende del plano principal
para fugarse más allá. Cables y auriculares para hablar sobre el
tema principal.
Las ondas significan fluidez,
constante movimiento que no tiene fin entre las melodías y las
sensaciones que creamos. La espiral del extremo izquierdo nos
envuelve con todos esos colores en ese mundo donde nace todo.
Los cables pertenecientes a los
cascos son todo ese entramado de vidas individuales que se ven
envueltas unas con otras por las mismas emociones que nos hacen parte
del mismo concepto.
Los pequeños seres de
plastilina son los espectadores que intentan entender ese mundo que
ellos aún no pueden acceder. Lo miran asombrados, con cierta
reticencia e incredulidad, aún les falta mucho por experimentar y
abrir sus mentes.
La presentación de la
instalación la he hecho en un soporte online y en power point.
También he grabado un pequeño vídeo, con audio incluido. La música
es una pieza futurista sacada de una versión en youtube.